Capítulo 1: "Pijos ebrigüer"

25 de junio de 2003

 -No sé por qué tengo que venir a esta mierda.

 -Hayley, por favor, siempre estás en casa encerrada desde que pasó aquello.

 -No hace falta que lo recuerdes.

Hace un año, empecé a salir con un chaval, Phil se llamaba, él me apoyó muchísimo, era la primera persona en la que confiaba de verdad, siempre me he sentido sola. Éramos felices, o eso era lo que yo creía. De la noche a la mañana me abandonó. Me dijo que se iba de la cuidad, que no le volvería a ver jamás. Y lo peor de todo, es que todo eso me lo dijo por teléfono, no tuvo el valor suficiente para dar la cara.

Y no, todavía no lo he superado, ni lo he perdonado.

Desde que pasó lo de David y lo de mis padres, temas que no voy a tocar ahora, no volví a sonreír hasta que conocí a Phil, me enseñó que no merecía la pena seguir sufriendo por algo que no tenía solución. Y tenía razón, pero desde que me dejó, ya no encontré el apoyo mutuo. La gente seguía metiéndose conmigo, "la marginada",  "la que nunca habla con nadie", "la borde". Y lo que más me dolía, "la sin corazón". Los mismos apodos desde que tenía 10 años.

Desde que me dejó Phil, he estado encerrada en mi habitación, trato mal a Karen, mi... no, no es mi madre, pero como si lo fuera, sé que no tiene la culpa, pero con alguien tengo que pagarlo. Es fuerte, al principio, ella era mi ejemplo a seguir, pero la única diferencia que hay entre nosotras es que ella siempre está sonriendo, al contrario que yo.

Karen me lleva a un campamento de verano, no quiero, me niego a compartir habitación con las típicas pijas, me niego a ver como disfrutan pasándoselo bien. Como si fuera tan fácil... Siempre que intento ser feliz y hacer las cosas bien, algo se tiene que joder. Siempre. Por eso ya no lucho, ¿para que vuelvan a salir las cosas mal? Prefiero quedarme como estoy. Ya soy lo suficientemente gafe como para que alguien la pague. De nuevo.

 -Ya hemos llegado. -Susurra Karen.

Me mira y sonríe, yo tan sólo le muestro un mueca de desagrado. Ella sabe que no quiero venir aquí.

Siempre me he mostrado borde, no quiero parecer la típica chica a la que todo el mundo le cae bien y le cuentan sus problemas, ya bastante tengo yo con los míos. Sólo pienso en mí misma, aunque siempre pongo delante a la gente que de verdad me importa. No me importa lo que piense la gente de mí, aunque ya sé todo lo dicen y piensan, y me llaman de todo menos guapa. Duele que con 17 años estés sola, cuyo único apoyo sea el de una madre que no es la tuya, pero así es la vida. Nunca es como esperas, y menos la mía.

Me acaricia la mejilla con su mano izquierda, no lo rechazo, no quiero hacerla sentir culpable, más de lo que se siente ya. Y eso es algo que me mata por dentro, no tiene por qué sentirse culpable por algo que no la incumbe, pero no lo puede evitar.

 -Ya verás como en septiembre no querrás salir de aquí.

 -Lo dudo.

 -Bueno, cielo, sólo tienes que ir a dirección y dar tu nombre, lo demás está todo listo.

 -Vale.

 -Diviértete.

 -No creo que lo haga.

 -Por lo menos inténtalo, y no hagas ninguna locura. Te quiero.

 -Y yo.

Me bajo del coche, me coloco la mochila al hombro y saco la maleta del maletero. Está acostumbrada a mi comportamiento, y se lo agradezco. Escucho como arranca y se va. No quiero mirar atrás.

Sigo andando buscando la dirección, voy mirando mis pies, me gusta mirar por donde piso.

De pronto, un chaval me empuja, supongo que sin querer, pero que mire por donde va.

 -¡Cuidado! ¡A ver si miras por donde vas! -Grita enfurecido.

 -Yo no soy la que va haciendo el gilipollas corriendo por el campus.

 -Mira, guapa, a mí no me hables así.

 -O sino, ¿qué?

 -Paso de perder el tiempo contigo.

 -Adiós.

Le decido una sonrisa realmente falsa y me voy dejándole ahí parado. Qué bien empieza el verano, oye. ¿Pero ese crío que se cree? ¿El rey del campus? Pues espero que le haya quedado claro que para mí es un crío repelente.

Sigo andando bajo la atenta mirada de la gente después del numerito que me ha hecho montar el pijo ese. Genial, igual que en el instituto. Por lo menos me sentiré como en casa.

Por fin encuentro el edificio de dirección. Entro y me encuentro con una chica sentada en una de las muchas sillas que están al lado de la puerta de lo que parece ser el despacho.

Me siento en una de las sillas y la chica se me queda mirando sonriente. La miro y desvío la mirada rápidamente,no me muestro simpática con la gente, si alguien me quiere conocer de verdad, que se curre mi amistad. Por eso siempre he estado sola.

Dejo la mochila en la silla de al lado y la maleta enfrente mía.

 -¿Acabas de venir? -Dice agradablemente.

 -Eso parece.

Silencio. Mejor, no me apetece hablar, he venido en contra de mi voluntad. Ayer Karen va y me dice que me había apuntado a un campamento. Me conoce demasiado bien, sabe que si me hubiera avisado con más antelación, hubiera hecho lo posible para cancelarlo. Pero ayer ya era demasiado tarde.

La chica no deja de mirarme, me está poniendo nerviosa.

 -¿Cómo te llamas?

 -Hayley.

 -¿Tienes habitación?

 -No.

 -¿Querrías comp...

 -Perdona, ¿podrías dejarme en paz? No me apetece hablar.

 -Lo siento, sólo quería ser amable.

Y más silencio. ¿Me he pasado? Sólo quiere ser amable. *No, Hayley, no."

El director sale y llama a la chica, al parecer se llama Giovanna Falcone.

Al rato sale, esta vez ni me mira. Me levanto, vuelvo a colocar la mochila en mi hombro, agarro la maleta y entro en el despacho. Dejo la mochila en el suelo y la maleta a un lado y me siento en una de las sillas que están en frente de la mesa del director.

 -¿Sí? -Dice mirándome mientras se quita las gafas.

 -Hola, soy Hayley Bourne, supongo que mi madre, bueno... mi tutora Karen Harper, le ha dicho que me apunto al campamento.

 -¡Oh! La señorita Bourne, sí, sí. No tiene habitación, ¿no?

 -No, aunque tengo una pregunta sobre eso.

 -Dígame.

 -¿Son habitaciones compartidas?

 -Sí, 4 chicos o 4 chicas por cada habitación.

 -¿Y no podría dejarme una habitación para mí? Sola.

 -Espere que lo mire...

...Bueeeeno, qué despacho máaaaas bonito, oye. Si tiene fotos y todo. Hay una sobre la mesa, aparece él con sus dos hijos, o por lo menos parecen sus hijos. Son muy guapos, sus hijos, no él. Me recuerdan a... a David.

 -Perdone, ¿me está escuchando?

 -No. Lo siento.

 -Decía que hay una, la 215.

¿215? ¿Esto va por números? Ni que fuera un hotel...

 -Tome la llave.

Cojo la llave y me la guardo en el bolsillo.

 -Muchas gracias.

 -Si necesita algo, pásese por aquí.

 -Está bien.

Y vuelvo a recoger mis cosas y salgo de ahí. Odio que me hablen de usted, ni que tuviera 60 años.

Bueno, llegó la hora de instalarse en la que será mi nueva habitación. Otros dos meses sin salir de allí.

Salgo de ese edificio y comienzo a andar, esta vez no tengo ni idea de adónde tengo que ir. Hay dos residencias, o eso me dijo Karen. ¿A cuál voy? Ni puta idea.

Tendré que preguntar a algún niño pijo. ¡Ah mira! ¡Ahí hay uno! ¡Anda! ¡Y otro!

Me acerco con cara de pocos amigos a un chaval regordete rubio. Está solo en un banco, estará esperando a alguien.

 -Perdona, ¿sabes cuál es la residencia de la habitación 215?

Me mira sonriente con sus ojos color miel, y un hoyuelo aparece en su mejilla.

 -¡Claro! Tu habitación está al lado de la mía.

 -Genial... -Susurro sin que me oiga.

 -Si quieres te acompaño.

 -No. Sólo dime cuál y ya voy yo sola.

 -Es esa de allí.

Dice dándose la vuelta y señalando a la que está más cerca. Menos mal, por lo menos no me tengo que recorrer medio campus.

 -Gracias. Adiós.

 -Nos vemos.

Me dedica otra sonrisa y se queda sentado en ese banco.

Por el camino, esta vez, no me cruzo con ningún chuloplaya gracias a Dios.

Por el camino no, pero sí dentro de la residencia.

Antes de meter la llave en la cerradura un chaval se me acerca por detrás.

 -Vaya, vaya, nueva vecina. -Dice insinuante.

Paso de mirarle, paso de contestar, sólo quiero meterme en esta habitación y no salir hasta la hora de comer, que por cierto, tiene que estar al caer.

Meto la llave y abro la puerta, pero ese chico vuelve a interrumpirme.

 -¿No dices nada, preciosa?

 -Pierdes el tiempo.

 -Yo creo que no.

Noto como se acerca más. Ni siquiera le he dirigido la mirada, ¿para qué? ¿Para ver a otro pijo más? No gracias.

 -¿Me dices tu nombre?

 -No creo que te importe.

Y antes de que pueda tocarme entro en la habitación y le cierro la puerta en las narices. Si ha intentado ligar conmigo la lleva clara.

Hay dos camas individuales y... ¡Hostia, una litera! Como la de David... Él siempre dormía debajo y me dejaba arriba. A pesar de que le gustara más la litera de arriba, siempre me la dejaba a mí. Era un cielo. Le echo mucho de menos...

Sin quererlo, lágrimas se acumulan en mis ojos y descienden por mis mejillas sin pedir permiso. No debo llorar. Me dijo que no llorase por él, que él estaría bien.

Pero yo no. Yo no estoy bien. Desde aquella tarde de 1996, ya nada es lo que fue.

Me seco las lágrimas, no quiero recordarle. Él lo era todo. Absolutamente todo. Y me dejó.

Me afecta tanto el abandono de Phil porque me recuerda a que estoy sola, que no vuelvo a tener a nadie con quien compartir mis penas o alegrías. Que vuelvo a estar igual que cuando tenía 10 años.