lunes, 9 de abril de 2012

Capítulo 2: "Quiero saber si él es como yo"

Ya metido todo en el armario y la mochila dejada encima de la cama, llaman a la puerta.
Me acerco y la abro no sin antes guardarme la llave en el bolsillo.

 -¿Qué quieres? -Digo sin ganas.
 -¿Bajas a comer?
 -Eh... Sí, ahora dentro de un rato bajo.

Lo más normal del mundo es que me hubiera bajado con aquel chaval, sí, era otra vez ese rubio regordete, para que no me tomen por una borde o por un bicho raro. Hasta ahora no lo he mencionado, pero sobre mi pelo castaño, tengo varias mechas rojas, y cada X tiempo, me las vuelvo a repasar. Me gustan. También tengo un piercing en la nariz con forma de aro, y dos dilataciones pequeñas, de 3 mm. Sin mencionar que tengo dos tatuajes, uno en la muñeca izquierda que pone "Silence is a scary sound", y el otro es un hada al lado derecho de la cadera. Todo esto me lo hice cuando Phil me abandonó. Este cambio radical hizo que aumentara el número de insultos y apodos, hizo que me sintiera más sola. Pero me daba igual, ya no tenía nada ni nadie. Karen dejó que me hiciera todos esos cambios, ella siempre me ha consentido todo, supongo que porque no es mi verdadera madre. 
Pero no bajo, me quedo en la habitación mirándome en el espejo. Viendo a una adolescente rota por dentro, pero por fuera sin ningún rasguño, aparentando ser fuerte.
Pasan unos minutos y decido bajar, tengo hambre.
Todo el mundo está sentado por grupos. Cojo una bandeja y me acerco donde sirven la comida. Hamburguesa con patatas. Bueno, por lo menos hoy no paso hambre. 
Me siento en una de las mesas más alejadas, sola, como siempre. ¿Quién va a querer sentarse con la nueva borde? *No sé por qué piensas eso, si en cuanto se te acerque alguien lo vas a echar de tu lado.* Pues tienes razón. Sí, hablo conmigo misma en mi subconsciente, ¿estoy loca? Tal vez, pero así no me siento completamente sola.
Miro a mi alrededor y veo que en una de las mesas se encuentra el chaval rubio con la chica esta que se llamaba Ginger o algo así, pero no están ellos dos solos, a su lado hay una chica también rubia y con el pelo rizado, y al lado de ésta, una chica con el pelo rojo. Vaya, eso sí que me llama la atención. Su pelo es precioso, ya me gustaría a mí teñírmelo así, pero con mis mechas no me va mal.
Miro hacia otro lado y en una de las mesas veo a un chaval rubito. ¿Qué para? ¿Aquí son todos rubios o qué? Lo que le diferencia a ese chaval del resto es que está solo. Sí, como yo.
Todos ríen, gritan, se divierten, menos aquel chaval y yo, que sólo nos centramos en nuestra hamburguesa. 
Él todavía no me ha visto, mejor, a ver si se me va a acoplar. *¿Ves? Quieres estar sola.* Pues sí, quiero estar sola, nadie se merece mi compañía, persona que está a mi lado, persona que sufre. 
El chico acaba de comer y se va cabizbajo, tímido, mirando a sus pies con miedo a ser empujado. 
Acabo de comer y me levanto yo también. Para qué seguir aquí, estoy mejor en mi habitación.
Voy por los pasillos y escucho voces.

 -¡Eh! ¡Enano! -Grita una voz no muy grave pero bastante intimidante.

Silencio.

 -¿Qué pasa? ¿Sabes que es de mala educación no contestar a lo que se te pregunta? -Continúa hablando. 

Más silencio.
Me acerco a la zona de donde vienen esas voces, y me encuentro con un tío bastante más grandote que el chaval que está a su lado. Pero espera... ¿Ese no es el que comía solo hace un rato? Sí, si que lo es.
Le agarra del cuello de la sudadera y lo levanta levemente.

 -De... Déjame. Yo... Yo no he hecho... Yo no he hecho nada...
 -Tranquilo, sólo quiero divertirme un rato.

Le estampa contra la pared. Vale, no aguanto más.

 -¡EH! ¡DÉJALE EN PAZ! 

Al principio no quería nada con ese crío, y ahora por salvarle el culo estará detrás mía, pero da igual. No puedo soportar que le hagan lo mismo que me hicieron a mí. A mí también me pegaban cuando era pequeña, las niñas de mi clase, desde que pasó lo de David, me culpaban de ello, me pegaban y me decían cosas bastante fuertes para la edad que tenían. Las odiaba, ellas no sabían nada. Pero lo peor de todo, es que me creía todo lo que me decían.

 -¿Qué has dicho? -Pregunta sin soltar a aquel chaval.

Me acerco a ellos, y ahora sí lo suelta, pero con rabia.

 -Lo que has oído. ¿Te gusta meterte con la gente? ¿Pues por qué no te metes con los de tu tamaño? Crees que no puedes con ellos y te metes con los más débiles, ¿no? Claro...
 -¿Te crees muy lista, mechas?
 -Más que tú, sí.

Dicho esto, le dejo con la palabra en la boca y me dirijo a mi habitación. El tío me empieza a insultar, cosas que antes ya había oído más de una vez. 
Y como me temía, el chavalín rubio me persigue. Corre y alcanza mi ritmo.

 -Oye que... Gracias.
 -No las des. No me gusta ver cómo abusones se meten con gente que no tiene culpa de nada.

Llego a mi habitación y el chaval se queda a un lado, no pensará que le vaya a dejar pasa, ¿no? Aunque mírale... Cabeza agachada, se mira sus pies, espera... Eso son... ¿Dilataciones? Tal vez ese chaval y yo tengamos más cosas en común de las que imagino.

 -¿Cómo te llamas?
 -Dougie...
 -Bueno, Dougie, ¿pasas o te quedas ahí? -Digo con una sonrisa poco pronunciada. 

Espero una respuesta por su parte. Levanta la cabeza y me mira con ojos brillantes. Joder, qué ojazos. Azules verdosos.
Entra y se queda de pie frente al sofá. Si, tengo sofá. Lo dicho, campamento para niños ricos.
Se sienta en el sofá y se frota las manos. Sí que es tímido, sí.

 -Y dime... Dougie.
 -¿Sí? 

Levanta la cabeza para mirarme mientras cojo una silla que hay por ahí dentro de la habitación, y me siento.

 -Te he visto solo. ¿No tienes amigos?

Ole mi forma se ser tan directa. *Con tacto, Haylay, por Dios.* ¿Tacto? ¿Acaso alguien ha tenido tacto conmigo alguna vez?

 -Eh... No.

Vuelve a agachar la mirada, pero sigue hablando.

 -Nunca he tenido ninguno. Siempre me han llamado bicho raro.

Vale, esa frase ha ido directamente a lo más profundo, como un cuchillo clavado en mi pecho.
Definitivamente, ese chaval ha pasado por cosas parecidas a las mías.

 -Pues ya somos dos. Fíjate qué cosas, los dos bichos raros juntos. -Digo sonriente.
 -¿No tienes amigos?

Vuelve a fijar su mirada en mí. Sé lo que muestran sus ojos, he experimentado todas las miradas que una persona puede transmitir, desde el odio hasta el amor. Su mirada muestra lo que ahora mismo mostraría una persona si le digo que mi vida es una mierda y que no tengo a nadie a mi lado. Pena. Siente pena por algo que también lo está pasando él. ¿Y yo? Yo me siento igual que antes de conocerle. Mirada indiferente.

 -No. -Contesto seca.
 -¿Por qué? Mírate, eres guapa, mola un montón tu pelo y siempre he querido tener un piercing como el tuyo.

Dicho eso, se puso colorado como un tomate. Pobrecito, seguro que no está acostumbrado a decir cosas así. *Y ni tú a oírlas*. Cierto, el único que me decía cosas bonitas era Phil. Bueno... y David.

 -Me alegra oír eso. 

Levanta la cabeza y sonríe, se le achinan los ojos cuando lo hace. 
Le dedico una pequeña sonrisa de medio lado no muy pronunciada. Ahora es cuando espera a que le cuente toda mi historia. Pues no. Lo siento, pero esa historia se queda conmigo hasta el día que esté preparada para contarlo.Pero eso no significa que no quiera oír su historia. Ese chaval ha despertado en mí algo. Interés. Ha hecho que ese sentimiento de indiferencia hacia algunas personas disminuya. Quiero saber si él es como yo.

 -¿Por qué te llaman bicho raro? -Pregunto decidida. 
 -Porque...

Silencio. A veces mi forma de ser tan directa asusta a los demás. Lo mismo no quiere contar nada, le costará confiar en la gente. 

 -Oye, que no tienes por qué contármelo.
 -No, es que... Me gustaría contártelo, pero si prometes ser mi amiga y así estar tranquilo y saber que no me vas a dejar tirado.

¿Amigos? Amigos... Nadie quiero antes ser mi amigo. Ni siquiera Phil. Todo pasó, pasamos de ser conocidos a ser novios, por llamarlo de alguna manera. Pero no pasamos por la etapa más importante, la amistad. 
Confiábamos el uno en el otro, pero como novios, no como amigos. Y ahora no estoy en condiciones de confiar en la gente de la noche a la mañana. No. Ya lo hice una vez, y mira cómo salió todo.

 -No creo que sea una buena idea que estés cerca de mí... La gente ha salido mal parada.
 -Pero eres la única que me ha defendido, la única que me ha dirigido la palabra sin insultarme. Eres la única persona con la que siento que puedo contar...

Esas palabras son sinceras, se le ve en la mirada. Está bien, pero eso no significa que le vaya a contar toda mi vida, necesito tiempo.

 -Está bien. Pero yo no puedo contarte mi vida ahora, no estoy preparada para hacerlo. Así que no me obligues a contestarte nada personal.
 -Yo no soy quien para obligarte a decidir a quien tienes que contarle tus problemas. Ya me los contarás cuando quieras, yo sólo necesito una persona en la que confiar.

Cada vez que me dice una frase, me arrepiento menos de haberle defendido de aquel... tío. ¿Y este cacho de pan nunca ha tenido amigos? La gente da asco, sólo se deja llevar por la apariencia física, seguro que le veían solo y se prensaban que tenía la lepra o cualquier enfermedad rara contagiosa. Todos son unos críos pijos malcriados.

4 comentarios:

  1. Sabes, de alguna forma me recuerda a mi manera de escribir. Pero claramente mejorada, eso sí. No sé, me identifico. Primer algodón de azúcar de este capítulo, Laura, ¡espero que sea dulce! Sigue escribiendo, no dejes de hacerlo. Ya sabes, te sigo.

    Te quiero.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿Te recuerda a tu manera de escribir? Aish :)
      Es muy muy muy dulce. Nunca lo dejaré, se ha convertido en una necesidad.
      Gracias.
      Te quiero, mucho.

      Eliminar
  2. Me encanta tu historia pero sobretodo Doug, es tan timido y tan mono!♥Siguela esta muy bien ^^

    ResponderEliminar